Sep 30, 2004

De los Sam’s Club a los Centros de Abaratamiento

De los Sam’s Club[i] a los Centros de Abaratamiento

No debe haber un habitante de la Argentina que no esté al tanto de los desgraciados acontecimientos que azotaron al país en los últimos dos años, y con especial crudeza los últimos cinco meses: congelamiento de depósitos bancarios, default, destrucción sistemática de contratos públicos y privados, devaluación, pesificación asimétrica, vuelta de la inflación, desabastecimiento y demás.

Un observador externo podría concluir que hemos decidido suicidarnos como sociedad. La imagen que viene a la mente es de aquellos documentales donde se muestran a decenas de ballenas que, por algún misterioso motivo, se arrojan a alguna playa para encallarse y morir.

Es muy difícil de explicar racionalmente el camino que hemos elegido como sociedad porque hasta nosotros mismos parecemos ignorar lo que queremos. Otro punto de vista es que tal vez si sabemos lo que queremos, pero existe una profunda discrepancia entre lo que queremos lograr y lo que hacemos para lograrlo. En otras palabras, entre nuestros objetivos y los medios para lograrlos. Otra explicación posible es que en el fondo nos gusta todo esto, y que por un extraño masoquismo, disfrutamos con nuestro fracaso sistemático.

En mi opinión, tal vez el mejor ejemplo para ilustrar lo que nos pasa como sociedad es la aparición en la escena política y económica del país de los llamados “centros de abaratamiento”. Ante la vuelta de la inflación, y la caída libre del salario real en el país, la respuesta del gobierno federal fue la creación de estos centros de compra “con sentido social”. Más allá de las cuestiones ideológicas, habría mucho que decir sobre la eficiencia de la medida para contener los peores efectos de la inflación en los sectores de menores ingresos. Lo que creo que no se puede discutir es que esta forma de comercialización tiene más en común con los “centros de ventas” estatales de la ex Unión Soviética o de la Cuba actual, que con las formas modernas de comercialización más propias de los países capitalistas avanzados.

Es realmente paradójico y muy interesante notar que las mismas personas que, mientras tuvieron a su cargo la administración de la Provincia de Buenos Aires, promovieron severos límites a la instalación de grandes superficies comerciales en la provincia, sean los que ahora a cargo del gobierno federal, propongan como solución la creación de los así llamados “centros de abaratamiento”. Como es público y notorio, los contrastes no pueden ser mayores entre estas dos formas de comercialización minorista.

Como sociedad, la elección es clara. Hemos desplazado el libre fluir de las fuerzas del mercado en la asignación de recursos para reemplazarlo por la voluntad discrecional de un funcionario. El ciudadano argentino promedio ya no puede elegir en qué moneda realizar transacciones, ni a qué precios, ni en qué condiciones. Ya no es la competencia en un mercado libre la que determina ganadores y perdedores, ahora son elegidos por la gracia y sabiduría del funcionario de turno.

De la misma manera, en lugar de fomentar una mayor competencia en el área de la comercialización minorista y dejar que la libre competencia genere los precios más bajos posibles de venta al consumidor final, la solución es apelar a la magia. Un sabio funcionario de gran corazón y las mejores intenciones, convoca a otros tantos “empresarios” de iguales condiciones morales y profesionales, quienes movidos por el más alto altruismo, deciden dejar de lado el execrable objetivo del lucro y vender productos a precios “sociales”. Los resultados están a la vista. No sólo los precios no son todo lo bajo que deberían ser, sino que los canales de venta son poco menos que denigrantes para la condición de cliente.

Toda sociedad tiene el derecho de elegir como y bajo que sistema quiere vivir, pero parte del proceso de maduración es aceptar que no es posible evitar las consecuencias de nuestras elecciones. Creer que es posible producir como en el primer mundo con un sistema del tercero es de una ingenuidad poco menos que suicida.

[i] Como nota de color, es bueno tener en cuenta que Sam’s Club, la división de ventas mayoristas de la cadena de supermercados norteamericana Walmart, una de las cadenas de hipermercados que más sufrió la persecución de la administración Duhalde en la Provincia de Buenos Aires, es la más grande cadena de venta minorista del mundo. Esta cadena factura aproximadamente 220.000 millones de dólares por año (prácticamente dos veces el PBI argentino a valores post devaluación).

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Como nota de color, es bueno tener en cuenta que Sam’s Club, la división de ventas mayoristas de la cadena de supermercados norteamericana Walmart, una de las cadenas de hipermercados que más sufrió la persecución de la administración Duhalde en la Provincia de Buenos Aires, es la más grande cadena de venta minorista del mundo. Esta cadena factura aproximadamente 220.000 millones de dólares por año (prácticamente dos veces el PBI argentino a valores post devaluación).

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